Hubo muchos románticos durante una parte del siglo XVIII y buena parte del XIX, como por ejemplo el noble francés Chateaubriand o Lamartine, el norteamericano Poe, que amplían ese número de «seres extraños» que hemos ido conociendo a lo largo de esta época.
«Memorias de ultratumba» de Chateaubriand
Pero sigue existiendo en la actualidad una forma de entender la vida, las artes, las pasiones, las relaciones humanas… a la que podemos denominar neorromántica y de la que hemos debatido en clase en relación a las tribus urbanas como los góticos o los emos, por ejemplo.
Fuente by Marc Planard | Fuente by Jezebel Parker |
Grupos musicales como Joy Division, The Cure, Bauhaus, Echo & The Bunnymen o The Horrors; directores de cine como Tim Burton (nuestro entrañable Vincent); personajes como Batman y un largo etcétera comparten cuanto menos una estética que nos recuerda al siglo XIX.
Para muestra, un botón. Aquí Antony and The Johnsons. Compararemos su vídeo, su música, sus símbolos, su letra con dos poemas estupendos, uno de Lamartine y el otro de Edgar Allan Poe:
EL LAGO – Lamartine
Así siempre empujados hacia nuevas orillas,
en la noche sin fin que no tiene retorno,
¿no podremos jamás en el mar de los tiempos
echar ancla algún día?
Lago, apenas el año ya concluye su curso
y muy cerca del agua donde yo le di cita,
mira, vengo a sentarme solo sobre esta piedra
donde ayer se sentaba.
Tú bramabas así bajo estas mismas rocas,
te rompías con furia en su herido costado;
así el viento arrojaba tus oleajes de espuma
a sus pies adorados.
Una tarde, ¿te acuerdas?, en silencio bogaba
entre el agua y los cielos a lo lejos se oía
solamente el rumor de los remos golpeando
tu armonioso cristal.
De repente una música que ignoraba la tierra
despertó de la orilla encantada los ecos;
prestó oídos el agua y la voz tan amada
pronunció estas palabras:
«Tiempo, no vueles más. Que las horas propicias
interrumpan su curso.
¡Oh, dejadnos gozar de las breves delicias
de este día tan bello!
Todos los desdichados aquí abajo os imploran:
sed para ellos muy raudas.
Con los días quitadles el mal que les consume;
olvidad al feliz.
Mas en vano yo pido unos instantes más,
ya que el tiempo me huye.
A esta noche repito: «Sé más lenta», y la aurora
ya disipa la noche.
¡Oh, sí, amémonos, pues, y gocemos del tiempo
fugitivo, de prisa!
Para el hombre no hay puerto, no hay orillas del tiempo,
fluye mientras pasamos.»
Tiempo adusto, ¿es posible que estas horas divinas
en que amor nos ofrece sin medida la dicha
de nosotros se alejen con la misma presteza
que los días de llanto?
¿No podremos jamás conservar ni su huella?
¿Para siempre pasados? ¿Por completo perdidos?
Lo que el tiempo nos dio, lo que el tiempo ha borrado,
¿no lo va a devolver?
EL LAGO – Poe
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En la primavera de mi juventud, fue mi destino no frecuentar de todo el vasto mundo sino un solo lugar que amaba más que todos los otros, tanta era de amable la soledad de su lago salvaje, rodeado por negros peñascos y de altos pinos que dominaban sus alrededores.
—
Pero cuando la noche tendía su sudario sobre ese lugar como sobre todas las cosas, y se agregaba el místico viento murmurando su melodía, entonces, ¡oh, entonces se despertaba siempre en mí el terror por ese lago solitario!
—
Y sin embargo ese terror no era miedo, sino una turbación deliciosa, un sentimiento que ninguna mina de piedras preciosas podría inspirarme o convidarme a definir, ni el amor mismo, aunque ese amor fuera el tuyo.
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La muerte reinaba en el seno de esa onda envenenada, y en su remolino había una tumba bien hecha para aquel que pudiera beber en ella un consuelo a su imaginación taciturna, para aquel cuya alma desamparada pudiera haberse hecho un Edén de ese lago velado.